Santiago de Compostela es una pequeña urbe situada en el oeste de Galicia. Capital de la
comunidad autónoma de Galicia, la ciudad es la sede del gobierno gallego y de la mayoría de
instalaciones administrativas de la Xunta de Galicia. En Santiago se encuentra también el
Parlamento de Galicia y la residencia oficial del Presidente de la Xunta, ubicada en Monte Pío. El
centro histórico de Compostela, conjunto que atesora un inmenso valor histórico y artístico, fue
declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1985.
Santiago de Compostela
es una de las urbes con mayor calidad de vida de España. Uno de los elementos que ha jugado un rol
más importante en el desarrollo de la ciudad a lo largo de los siglos ha sido la universidad,
fundada a finales del siglo XV. Todavía hoy la Universidad de Santiago resulta fundamental para
entender las dinámicas urbanas: durante el curso lectivo, por ejemplo, Compostela aumenta su
población aproximadamente en 30.000 personas, con todo lo que eso significa en una urbe de 90.000
habitantes. Sede de la Compañía de Radio-Televisión de Galicia (CRTVG), Santiago conforma el mayor
nudo de comunicaciones de la comunidad gallega. El Aeropuerto de Santiago-Lavacolla es el más
grande y moderno de Galicia. Santiago de Compostela es, en fin, uno de los grandes destinos
turísticos del norte de España. La ciudad representa la meta final del
Camino de Santiago,
una ruta de peregrinación europea nacida en plena Edad Media que ha definido el carácter y la
historia de la propia Compostela durante siglos.
El «descubrimiento» de la tumba de Santiago y la creación de la ciudad
medieval
Seguramente la fundación de Santiago de Compostela se remonta a una decisión
motivada por razones geoestratégicas. Cuando en las primeras décadas del siglo IX se descubrieron
un tanto maravillosamente, según cuenta la tradición, los restos del apóstol Santiago, los árabes
llevaban menos de un siglo en España. Por desgracia para los pocos cristianos que resistieron el
empuje del Al-Andalus, la poderosa sede episcopal de Toledo, cuyo arzobispo era y es Primado de
España, cabeza de la Iglesia desde los tiempos visigodos, permaneció bajo control del clero
mozárabe. En ese contexto, los reyes cristianos recibieron con alborozo la noticia del
descubrimiento de la tumba apostólica y promovieron desde el primer día la creación de un centro
religioso de prestigio capaz de oponerse a la sede toledana. Santiago de Compostela se convirtió
además en un gran destino de peregrinación que involucró a buena parte del Occidente cristiano en
la tarea de salvaguardar el sepulcro de manos infieles, aglutinando nuevas fuerzas en la gran
empresa militar conocida con el nombre de Reconquista. Si añadimos, en fin, los beneficios
económicos que produjo el «turismo» vinculado a la institucionalización del Camino de Santiago,
habremos de reconocer que el descubrimiento (o invención) de la tumba apostólica en un punto
perdido del noroeste peninsular significó un hecho de consecuencias extraordinarias.
De manera que, en realidad, poco importa ya la identidad del muerto
original que se oculta en la
catedral de Santiago de Compostela.
Sabemos, en cualquier caso, que sobre el año 820 se descubrió o se decidió descubrir el sepulcro de
Santiago. La crónica de los hechos se detalla en la Concordia de Altealtares. En este
documento, escrito en 1077 con evidente interés propagandístico, se fija la leyenda canónica que
sitúa los restos del apóstol en Santiago. Así, según dicho texto, en tiempos de Alfonso II y siendo
Teodimiro obispo de Iria, un tal Payo, ermitaño para más señas, presenció unas luces que brillaban
muy cerca de su retiro. Avisado Teodomiro, el obispo llegó al lugar y descubrió los restos del
apóstol Santiago y de dos de sus discípulos. A continuación, sobre las reliquias, se construyó la
primera iglesia dedicada a Santiago. Más tarde, aquel Lucus Sancti Iacobi empezó a
denominarse Compostela, nombre derivado del latín compositum tellus y de su plural
composita tella. El rey Alfonso III consagró una nueva basílica en el año 899. A pesar del
apoyo de los reyes, aquellos momentos iniciales del desarrollo urbano no fueron fáciles y
Santiago de Compostela
tuvo que crecer bajo la presión constante de las amenazas normandas y musulmanas. Como medidas
defensivas, los obispos Sisnaldo I y Sisnaldo II levantaron torres y murallas, que se demostraron
inútiles cuando Almanzor arrasó la ciudad y destruyó la basílica en 997. Es a partir de entonces,
ya en el siglo XI, cuando se construyó la ciudad medieval propiamente dicha. En 1075 se iniciaron
los trabajos de la catedral de Santiago de Compostela y en 1100 Diego Gelmírez asumió la mitra
episcopal, convirtiéndose poco después en el primer arzobispo metropolitano de Santiago. Este
ambicioso e inteligente arzobispo actuó siempre como un señor feudal y con él Compostela consolidó
su prestigio y su posición como una de las principales ciudades de la España cristiana.
Patrimonio artístico y cultural
El patrimonio artístico y monumental de Santiago, especialmente el vinculado a
la arquitectura religiosa, no tiene parangón en Galicia. El gran símbolo de la ciudad y, por
extensión, de toda Galicia, es su fabulosa catedral. La catedral de Santiago se empezó a construir
en 1075, siendo obispo Diego Peláez y reinando Alfonso VI. Las fuentes documentales de la época
dicen que la última piedra se colocó en 1122 y fue consagrada en 1128. En cualquier caso, la
catedral experimentaría todavía grandes y notables ampliaciones hasta acabar siendo la inmensa obra
de arte que hoy es. Así, en 1168 el Maestro Mateo comenzó las obras de la cripta y del famoso
Pórtico de la Gloria. La fachada principal de la catedral, la fachada del Obradoiro, la concluyó
Fernando de Casas de Novoa a mediados del siglo XVIII. Esa colosal fachada se asoma a la plaza más
popular de la ciudad: la plaza del Obradoiro, punto de llegada y encuentro de los peregrinos que
viajan a Santiago de Compostela. La plaza está rodeada por el Hospital Real, hoy convertido en un
parador de lujo, el colegio de San Jérónimo (actual rectorado de la universidad), el palacio de
Gelmírez y, justo enfrente de la fachada catedralicia, el pazo de Raxoi, estupendo edificio
neoclásico y sede de la corporación municipal.
Más allá de la propia catedral, la arquitectura religiosa cuenta con ejemplos
únicos en la ciudad. El monasterio de San Martiño Pinario, el convento de San Francisco o el
Monasterio de San Pelayo, cuya fachada lateral da a la plaza de la Quintana, no son más que tres
ilustres muestras de una lista realmente impresionante.
La ciudad cuenta con una oferta cultural de primer nivel, muy por encima de lo
que podría esperarse de una ciudad de apenas 100.000 habitantes. Sin duda, las razones hay que
buscarlas en la importante población universitaria que posee la ciudad, en primer lugar, y en su
propia condición de capital de Galicia, en segundo, circunstancia que la ha dotado de
infraestructuras poderosas en todos los niveles de la producción y distribución artística. De este
modo, en Santiago de Compostela se halla el Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC), que desde
su inauguración en 1993 se ha convertido en el museo de arte contemporáneo más importante de
Galicia. Completamente distinto es el Museo do Pobo Galego, situado en el convento de Santo
Domingo de Bonaval, dedicado a la etnografía e historia de la comunidad. Otras instituciones
culturales de la ciudad son el Museo de la Colegiata del Sar, el Museo de las Peregrinaciones, el
Museo de Tierra Santa, la Casa da Troia, el Auditorio de Galicia (sede de la Real Filharmonía de
Galicia), y el Museo-Fundación Eugenio Granell. Aunque, evidentemente, ninguno de estos museos
e instituciones puede compararse a la colosal y no exenta de polémica Ciudad de la Cultura.
Diseñada por Peter Eisenman, se trata de un conjunto de edificios de funcionalidades diversas
ubicados en el Monte Gaiás. Las obras empezaron en 2001 y el complejo ocupa actualmente una
superficie total próxima a los 150.000 metros cuadrados. |