Resulta indudable que el puerto de A Coruña ha sido el elemento clave en el desarrollo
económico de A Coruña a lo largo de toda su
historia.
El propio faro romano que se acabó convirtiendo en la Torre de Hércules, el símbolo por antonomasia
de la ciudad, es la mejor prueba de la importancia que el puerto coruñés tenía hace ya dos mil años
en las rutas marítimas entre la Gallaecia y zonas del norte, sur y este de Europa. Y es que el de
la ciudad herculina despuntó siempre como puerto comercial, por supuesto sin minusvalorar la
actividad pesquera, presente desde tiempos inmemoriales.
En su condición de ciudad de realengo, A Coruña recibió numerosos privilegios
por parte de distintos monarcas. Muchos de tales privilegios se centraron en el desarrollo de la
actividad portuaria. Así, Alfonso X permitió que el desembarco y venta de sal no estuviese sujeto a
gravámenes, mientras que Juan II autorizó el libre comercio con Inglaterra, al menos para dos
barcos de cada una de las naciones.
El siglo XVII el
puerto de A Coruña
vivió una fase de decadencia, en paralelo a la propia descomposición de la Monarquía Universal
diseñada por los Austrias. La ciudad herculina, además, se convirtió en un importante objetivo
bélico y hubo de defenderse de reiterados intentos de saqueo.
Las malas perspectivas económicas se mantuvieron los primeros años del siglo
XVIII, cuando la crisis del comercio marítimo se vio agravada por los efectos de la Guerra de
Sucesión. Por eso mismo, y asentada ya la nueva dinastía borbónica, las autoridades locales
intentaron por todos los medios recuperar para el puerto el protagonismo perdido.
Una de las medidas que el ayuntamiento coruñés solicitó de forma constante fue
la autorización para comerciar con los puertos de las colonias americanas. La nueva administración,
defensora de una política mercantilista, aprobó la creación en
A Coruña
de una Compañía de Honduras, aunque en realidad nunca llegó a funcionar. De hecho, durante la
primera mitad del siglo la mayoría de los intentos por reactivar la dimensión comercial del puerto
coruñés estarían condenados al fracaso.
La dinámica cambió en 1764, cuando se autorizaron los correos marítimos entre A
Coruña y La Habana. Tres años después, se establecieron con otras ciudades de Sudámerica. Aunque el
privilegio tuvo escasa duración, ya que en 1778 se permitió el comercio con América al resto de
puertos españoles, en esta época se pusieron las bases para el ulterior esplendor del muelle
coruñés. Esplendor visible durante todo el siglo XIX que se acentuó con la construcción de la
dársena a principios del XX. Desde entonces se fueron construyendo e inaugurando el resto de
muelles hasta llegar, ya en el tercer milenio, al proyecto de mayor envergadura jamás realizado en
el puerto y que cambiará su fisonomía para siempre. El conocido como Puerto Exterior, que en
realidad se ubica a siete kilómetros de
A Coruña,
en el ayuntamiento de Arteixo, permitirá trasladar la mayor parte de las actividades portuarias
fuera del centro urbano de la ciudad herculina.
Situación actual del puerto de A Coruña
Actualmente el puerto de A Coruña sigue siendo uno de los motores económicos de
la ciudad y ocupa un lugar destacado en el panorama portuario español. Su privilegiado
emplazamiento, con acceso directo al Atlántico pero cobijado por una amplia ría que se integra a su
vez en una gran bahía (el golfo Ártabro), sigue siendo un factor decisivo a la hora de entender el
desarrollo del puerto. Este ocupa hoy una extensión que supera los seis kilómetros, distribuidos en
diferentes muelles, en un área cercana al millón de metros cuadrados. La estrategia seguida por el
puerto coruñés
se ha centrado en la diversificación, potenciando el tráfico permanente de graneles sólidos (como
carbón y cereales) y líquidos (sobre todo derivados del petróleo que se envían a la refinería
coruñesa). Sin embargo, el puerto de A Coruña ocupa una posición prominente en el ámbito de las
descargas pesqueras, donde ocupa el segundo puesto a nivel estatal (solo superado por el de Vigo).
Además, el tráfico de pasajeros es cada vez más importante gracias a la consolidación de A Coruña
como punto de parada en las rutas crucerísticas.
Aparentemente, el futuro del puerto de A Coruña pasa por una de las obras de
ingeniería civil más complejas y arriesgadas que han tenido lugar en España: el ya famoso Puerto
Exterior. Se trata de un proyecto faraónico que no ha estado exento de críticas. El Puerto Exterior
coruñés se inauguró en septiembre de 2012 y a día de hoy ofrece un pobre balance en cuanto a la
actividad registrada. No estará completamente operativo, como mínimo, hasta el año 2017. Para
entonces, según afirman las propias autoridades, los más de 600 millones de euros que se llevan
gastados en su construcción habrán alcanzado los 1.000 millones. Sin duda, se trata de cifras
enormes que revelan un proyecto de dimensiones colosales. El alto coste de la obra se explica en
parte por la necesidad de vencer una naturaleza hostil: Punta Langosteira, el promontorio donde se
está construyendo el Puerto Exterior, es una zona litoral sometida al constante percutir de un
viento feroz y unas olas periódicamente embravecidas. En cualquier caso, se consolide o no el dique
exterior como muelle principal en el conjunto de operaciones portuarias, no hay duda de que el
puerto de A Coruña seguirá siendo en los próximos años uno de los factores de crecimiento de la
ciudad herculina. |